BARCELONA -- Al Club León le gastaron una broma pesada invitándole al Trofeo Joan Gamper. Una broma pesada porque fue a acudir al escenario soñado en el peor momento.
Enfrente no estuvo un equipo en simple rodaje esperando el comienzo de la Liga, sino un animal todavía herido por lo sucedido la pasada temporada y cuya curación, bajo la medicina Luis Enrique, se contempla a través del atropello a quien se le ponga por delante.
Lo pagó caro el León, una Fiera domada en un abrir y cerrar de ojos, que en 12 minutos, mientras Rafa Márquez intentaba poner orden y lógica, ya perdía por 2-0 a través de la genial sociedad que pretenden mostrar al aficionado Messi y Neymar. Y que se llevó a casa un 6-0 inapelable que explica la diferencia entre los dos equipos. Aumentada, además, por las circunstancias. El campeón mexicano llegó en dos tandas a Barcelona, en plena temporada... Y acusó, sin duda, el cansancio acumulado tras su viaje.
Pero, a la vez, mostró que forma parte de ese 90 por ciento de equipos de todo el mundo que ante una versión óptima del Barcelona tiene muy poco a decir. Impoluto con su camisa blanca, Luis Enrique se presentó antes del partido asegurando que su Barça lo daría todo. Y lo dio todo, sin perder un minuto, sin esperar a que el rival tomase las medidas del Camp Nou.
Este Barça tiene aún ajustes por delante, cosas que mejorar& Pero ofrece las mejores sensaciones. No sólo por la rapidez de circulación recuperada y que el pasado curso no existió, sino por el hambre que mostraron todos sus jugadores. Ver a Messi, a Leo, a la estrella, corriendo en la presión de la salida de un balón por parte del rival se diría que es la mejor de las noticias.
Eso y la velocidad recuperada en el cambio de ritmo. Se adivina pronto para acumular elogios, pero nunca lo es para explicar la realidad. Y la realidad mostró esa imagen del '10'.
El Barça presentó a Bravo, que apenas debió intervenir en un par de ocasiones, mostró a un Mathieu muy sólido, a un Rafinha eléctrico, un Suárez (que apenas tuvo 15 minutos de protagonismo) entregado y a un Rakitic omnipresente, un rubio especial que en cierto modo hasta recordó con un par de pases largos al legendario Bernd Schuster.
Y entre todos, en silencio, emergió igualmente la figura de Munir. El chaval que le ganó la partida sin pretenderlo a Deulofeu y que se sumó al festival con dos goles y dejando claro que tiene mucho que decir en el futuro, quizá no muy lejano, del Barça.
Luis Enrique enseñó sus cartas sin necesidad de disimulo. Le benefició que el León no quisiera defender su honor a patadas y que el cansancio del campeón mexicano ofreciera la posibilidad de brillar a su renacido Barça.
Fue media docena, seis goles, que se antojó incluso cruel por la diferencia de lo que ofrecieron ambos equipos en el terreno de juego. Hace dos años el entrenador del León soñaba con presentarse en este majestuoso escenario y el destino quiso darle el premio. Algo más de 70 mil espectadores fueron testigos del nacimiento del Barça de Luis Enrique, de la despedida con homenaje de Márquez y de lo que puede ofrecer el equipo catalán.