VITÓRIA -- Han sido tres días de poca pasión por la Copa del Mundo. Había leído sobre las marchas y la inconformidad de una parte de la población brasileña, pero no esperaba que la mayoría de la gente en Sao Paulo, donde se idolatra el futbol, no sienta la pasión que esperaba por recibir el Mundial.
Entiendo los problemas sociales, las desigualdades que existen en este país sudamericano. Se perciben en todo momento, que faltan muchas cosas, como en cualquier país latinoamericano. Pero me sonaba ilógico que no encontrará más fiesta brasileña en las calles de Sao Paulo, por lo que representa el futbol en este país.
Tuve que cubrir el encuentro de Brasil para entender que la torcida brasileña la veré en el estadio. Que la pasión existe ahí, en la cancha. Pero que en las calles se muestra respeto por las causes de una sociedad que clama por igualdad.
Ahí, en el Morumbi, escuché cánticos. Se me enchinó la piel cuando los 67 mil aficionados brasileños entonaron su himno nacional. También cuando le gritaban a Neymar. Cuando silbaron a sus jugadores en el medio tiempo porque no les había convencido su actuación. Cuando aplaudieron a sus héroes del pasado, los que ganaron títulos mundiales para Brasil. Ahí sentí el Mundial por primera vez. Porque en las calles esa pasión no existe.
Quizá tenga que esperar al 12 de junio, cuando juegue Brasil ante Croacia, en el Estadio Itaquerao para volver a apreciar lo que los brasileños sienten por el futbol. Por lo menos los de Sao Paulo.
Horas más tarde volé a Vitória, donde se concentrará Camerún y donde ya entrena Australia. Ahí había más pasión por el Mundial, pero sin desbordes. Quizá exista porque es una ciudad que no albergará ningún partido de futbol, pero donde dos selecciones escogieron este lugar por lo paradisiaco que puede resultar una isla dentro de una bahía.
Los jóvenes y niños juegan futbol en la playa y todos están nerviosos por lo que puede significar una victoria de Brasil en su país, un título que se les negó en 1950. La gente se muestra más amable, más conversadora por el futbol, aunque cuando se les toca el tema de las marchas, hay división de opiniones.
Los mismos jugadores de Brasil, Fred y Hulk, cuando les cuestionamos sobre las marchas y lo que significa para ellos al jugarse un Mundial en su país, los dos fueron cautelosos y manifestaron su apoyo a ellas, pero sin violencia.
Faltan algunos días para la inauguración del Mundial. Y todavía estamos a la espera de que esté país nos muestre su verdadera fiesta mundialista. Aunque también existe la posibilidad de que no ocurra así. Y sean los visitantes quienes marquen la diferencia.